¿Se puede llamar “astronauta” a quien viaja 10 minutos al espacio?

El pasado 14 de abril de 2025, la empresa Blue Origin, fundada por Jeff Bezos, realizó una misión espacial histórica: por primera vez, una tripulación completamente femenina viajó al espacio a bordo del cohete suborbital New Shepard.

El grupo estuvo conformado por figuras públicas como Lauren Sánchez, Katy Perry, la periodista Gayle King, la ingeniera aeroespacial Aisha Bowe, la activista Amanda Nguyen y la filántropa Kerianne Flynn.

El vuelo duró apenas 11 minutos, pero bastó para desatar una oleada de preguntas, críticas y debates que giran en torno a una palabra cargada de simbolismo: astronauta.

¿Quién puede ser llamado astronauta?

A nivel técnico, hay consenso en una cosa: si una persona cruza la Línea de Kármán —la frontera del espacio exterior reconocida por la Federación Aeronáutica Internacional, situada a 100 kilómetros de altitud—, se considera que ha estado en el espacio.

Bajo esta definición, los seis tripulantes del vuelo del 14 de abril sí son astronautas. Pero en la práctica, el título ha sido históricamente reservado para personas que han pasado años en entrenamiento intensivo, participado en misiones complejas, y asumido responsabilidades técnicas o científicas críticas para el éxito del vuelo.

Ahí es donde nace la controversia.

¿Turistas espaciales o pioneras?

A pesar de haber cruzado el umbral del espacio, muchas voces cuestionan si las tripulantes de esta misión deberían recibir el mismo título que, por ejemplo, Sally Ride o Mae Jemison. En este caso, las pasajeras no realizaron operaciones técnicas durante el vuelo, no fueron responsables del manejo del vehículo, y la misión fue completamente automatizada.

Además, el vuelo no duró más que un paseo en ascensor interplanetario: 11 minutos en total, incluyendo el ascenso, unos minutos en microgravedad y el descenso controlado de vuelta a la Tierra.

El enfoque mediático tampoco ayudó a calmar las críticas. Las participantes lucieron trajes especialmente diseñados por la firma de moda Monse y el evento tuvo un aire de espectáculo, con celebridades, discursos emotivos y transmisiones globales. Algunos sectores lo vieron como una banalización de la exploración espacial, una forma de convertir un logro técnico en un producto de marketing.

¿Cuánto cuesta un viaje de 11 minutos?

Aunque la experiencia dura menos que una clase de yoga, el costo es astronómico. Se estima que los boletos para estos vuelos suborbitales oscilan entre $200,000 y $300,000 por persona. Algunas fuentes afirman que ciertas pasajeras pagaron un depósito de $150,000, mientras que otras pudieron haber volado de forma gratuita, como parte de una estrategia promocional de la empresa.

Pero lo que se paga como pasajero apenas rasguña la superficie del gasto real. Cada vuelo de New Shepard puede costar entre $5 y $10 millones de dólares. A pesar de ser reutilizable, el cohete requiere mantenimiento intensivo, pruebas previas, logística terrestre, cumplimiento de normativas de seguridad y personal especializado. A eso se suman los costos intangibles: seguros, entrenamiento previo, atención médica, alojamiento y la maquinaria de relaciones públicas.

Este tipo de vuelos todavía no son rentables por sí solos. En realidad, funcionan más como una vitrina de marca, una forma de posicionar a Blue Origin como referente del turismo espacial —y, en este caso, también como promotora de un mensaje de empoderamiento femenino.

¿Importa realmente quién se llame astronauta?

Para algunas personas, sí. Hay quienes sienten que llamar “astronauta” a alguien que pasó 10 minutos en el espacio como pasajero de lujo es una forma de desvalorizar el trabajo de generaciones de científicos, ingenieros y pilotos que arriesgaron sus vidas en misiones orbitando la Tierra o viajando a la Luna. Para otros, lo importante no es la duración del vuelo ni el nivel técnico, sino la capacidad de inspirar.

Amanda Nguyen, una de las tripulantes, lo expresó con claridad: “Estamos aquí para mostrarle al mundo que la ciencia y la feminidad pueden coexistir. Que una niña puede soñar con tocar las estrellas, sin dejar de ser quien es”. Ese tipo de mensajes, por más envueltos en marketing que estén, tienen el potencial de abrir mentes, y puertas.

La conclusión (si es que la hay)

¿Son astronautas? Técnicamente, sí. ¿Son exploradoras del espacio? Quizá no como las conocemos tradicionalmente, pero tampoco se puede negar que están ocupando un espacio simbólico que, durante décadas, les fue negado a las mujeres. La pregunta que realmente vale la pena es: ¿queremos que el espacio sea un territorio exclusivo o inclusivo?

Mientras esa discusión continúa, Blue Origin y otras empresas seguirán lanzando vuelos cortos, cada vez más frecuentes y, probablemente, cada vez más mediáticos. La frontera final no es solo física: también es cultural, social y política. Y está más cerca de lo que pensamos.

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